Sobre mí



El viento del norte

Desde mi infancia el viento del norte me ha acompañado, cuando observaba los tejados de una modesta barriada de la ciudad.
Ese azul intenso acompañado de un descenso de temperaturas me transportaba a mis sueños de montaña, de esa montaña que veía a lo lejos.

Ya en el mar, el viento fuerte de norte me regaló la mejores imágenes de atardeceres junto a los míos y me dejaba respirar suavemente de los agobios mediterráneos.

Cuando vine a las montañas el viento del norte me hizo a veces dudar de él. No sabía cómo encajar sus envites, no controlaba su fuerza descomunal, pero un viejo amigo con el cigarro entre los dientes y la tez helada en tardes de trabajo me hizo respetarlo. Cuando no entra, le añoro; cuando no se presenta, le grito y cuando acude le reto. Ahora le reto.

El viento del norte ha inspirado algunas de mis pinturas, muchas de mis salidas y ha despejado alguna de mis dudas como despejaba los temporales de lluvia y nieve. El viento del norte me hace correr para volver al hogar, cerrar la puerta y sentarme junto al fuego. El viento del norte me saca de mí cuando los contraventanos golpean fuertemente en las frías noches, pero me acaricia el rostro cuando las dudas me asaltan.

El viento del norte me atrapa irremediablemente en sus golpes agresivos, pero me balancea entre sueños y futuros. El viento del norte me fascina porque todo lo limpia y su claridad no es un espejismo. El viento del norte es mi amigo, es mi aliado, pero también es mi añoranza…